A orillas de la carretera nacional N-VI, en un punto que hasta el año 2001 era de paso obligado para el tráfico entre Madrid y La Coruña, el municipio de Becerreá (Lugo) esconde un secreto de piedra y musgo. Un pequeño espacio laberíntico formado por grandes moles de caliza en las que el agua ha labrado curiosas formas a lo largo de los siglos y el ambiente sombrío ha hecho crecer la vegetación, trasladando a quien se adentra en él a un mundo completamente ajeno al de su entorno, como si se hubiera aterrizado en el planeta Pandora de 'Avatar' o como si en cualquier momento por cualquier recoveco fuera a asomar su cabeza un dinosaurio. Se trata de Os Grobos, un lugar oculto entre castaños que se puede visitar de forma directa en apenas unos minutos (o tantos como apetezca dedicar a buscar nuevos recovecos entre las rocas) o como colofón a un largo paseo por la Ruta de las Calizas. Este enclave forma parte de la Reserva de la Biosfera de Os Ancares Lucenses y dentro de esta del Lugar de Interés Comunitario (LIC) Cruzul-Agüeria. Está aproximadamente a 40 minutos de coche de la ciudad de Lugo.
El camino largo sería la Ruta de las Calizas, un trazado circular de 15 kilómetros con salida desde la aldea de A Venta de Cruzul, pegada a Becerreá, y que además de Os Grobos atraviesa el puente de Cruzul, construido en el siglo XVIII como parte del Camino Real de acceso a Galicia que se diseñó para unir Madrid con Lugo y A Coruña bajo el reinado de Carlos III. También cruza el Aciñeiral de Cruzul, una de las masas de bosque de encinas mejor conservados de Galicia.
0 Comentarios